Thursday 18 February 2010

Ana Castillo

ERA NEGRA COMO LA OSCURIDAD

ligera como el agua,
elevado y profundo
el cenit de sus ojos.
Huía del machete
que desgarró su origen.
Con un manto de frío
la protegió la selva.
Entre lágrima y sueño
amaneció el amor.
Ángeles negros
sobre la arena blanca;
desnudos, casi humanos.
Pero ella huía.
Los pálidos ocasos del ayuno
habitaron su rostro,
el vértigo del miedo
y aquel silencio extraño
que se enredó en sus pies
y fue ascendiendo luego hasta su voz.
Hubiera sido fácil escribir
un final de vacío y abandono.
Inútil que la muerte
intentara cedérsela a las sombras.
El ángel que crecía en su interior
había decididdo ser humano.
Ángeles negros
sobre la arena blanca
y un húmedo charol
el roce de sus alas y sus vidas.